martes, 6 de julio de 2010

Nacimiento

A la hora de empezar un blog siempre parece sugerente la idea de relatar su nacimiento, como y de quien ha surgido, así como dejar una ventana abierta a la imaginación sobre quien o como redactan estas tonterías, o porque eligieron tal o cual título. Aquí dejo una historia que puede aclarar las dudas o incluso ampliarlas, todo depende de como quieras entenderla. Si no quieres seguir leyendo siempre te quedará la idea de que estas cosas pasan por "tener demasiadas pastillas a mano", al fin y al cabo, no es una mala explicación.

"Había una vez, en un reino muy lejano, un príncipe bajito, esbelto, de pelo lacio y ojos verdes que vivió la historia que ahora voy a relataros.
El padre de este príncipe, temido por todos y llamado "El rey ingeniero", estaba empeñado en que su hijo, el joven príncipe, fuera capaz de convertirse en un rey tan temido como él. Al príncipe no le desagradaba la idea de, en un futuro, convertirse en rey, pero odiaba los entrenamientos, así que, ni corto ni perezoso, decía a su padre que pasaba largas jornadas en el rincón de adiestramiento, cuando en realidad había algo, o alguien, que le hacía despistarse de sus duras jornadas de ejercicio y relajarse un poco tras la presión que su padre le hacia sufrir.
El príncipe se levanta muy temprano y acudía, casi siempre, al rincón de entrenamiento, donde se proponía que ese día haría lo debido, que no podía traicionar a un padre que había depositado tanto esfuerzo sobre él, pero allí, en el rincón, estaba el entretenimiento que truncaría su loable propósito: una humilde
y joven plebeya.
Esta plebeya, de extraños y grandes ojos amarillos, también tenía una historia propia por la que asistía al rincón de entrenamiento. Sin una familia en la que apoyarse había pasado de amo en amo, de mano en mano, de puerta en puerta, mendigando algo de ayuda. Al final tuvo suerte, y residía en la casa de un amo disciplinado pero divertido, que la trataba con respeto y cariño pero que perseguía un propósito para ella: debería forjarse y entrenar para convertirse, tras la muerte de su amo, en su sucesora, en la maestra del reino que enseñara a ricos y a pobres, sin distinción, principios, moral, retórica o algo de gramática.

La plebeya y el príncipe no tenían nada en común mas que una obligación que no les gustaba cumplir, o eso creían ellos. El príncipe perdía su tiempo y hacía que la plebeya perdiera el suyo, mientras que la plebeya hacia lo mismo con el príncipe, ambos sabían que tanto padre como amo se enfarían y tomarían represalias, pero les
daba igual, les daba lo mismo porque, en ese instante, les merecía la pena. Puede que, por la noche, se sintieran culpables, pero estar juntos era algo que les divertía y relajaba así que, ¿para que más? Continuaron perdiendo su tiempo, intentado entrenar un poco y forjando una amistad que aún no saben si mereció la pena aunque, personalmente, yo creo que sí. Tras el largo periodo de adiestramiento, y como era de esperar, los resultados no fueron los deseados por padre y amo, pero, al menos,les concedieron una tregua, una segunda oportunidad dentro de dos o tres meses".


Y de está amistad y esta bonita historia surgen estas pastillas que, por aquella época, eran pinchazos sin anestesia.

3 comentarios:

  1. Esta chulisimo y la verdad esque lo mejor es cuando dejas de entrenar. A veces vamos solo para no entrenar

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  2. Mola mucho!
    Lo peor es que vamos solo para escaparnos del entrenamiento.

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  3. "¡¡Yo h sido testigo de las hazañas de estos dos aventureros¡¡"
    jajaj a mi me h gustado está muy bien escrito y no sé el rey lo unico que quiere es lo mejor para el principee por eso está tan nervioso :)

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