martes, 31 de agosto de 2010

Sueño

La historia que seguidamente voy a relatar es totalmente veridica, todo lo ahora expuesto ha sido soñado de verdad, esta misma mañana, entre el sonido de la alarma a las ocho y media y el verdadero despertar, a las diez menos cuarto:

Me encontraba en el Aulario Norte, sala de estudio nocturna de la Universidad de Murcia, mordiendo un palito de la maquina expendedora de café y  manteniendo una interesante conversación con Alberto al respecto de cualquier tema no interesante (ya saben ustedes como son los sueños, eliminan toda la parte vanal del asunto y se quedan con lo importante) cuando, de pronto, escucho la voz de mi progenitor. Es ahora cuando ustedes, lectores, tienen que ser capaces de imaginar esta escena ya descrita a ojos de mi padre: su hija en la biblioteca. Hasta ahí todo bien, está donde le dijo que estaría. Ahora bien, ¡cómo está! Con la camiseta más escotada que había en el armario, (todas mis camisetas son, siempre que me las pongo, la más escotada de todas) y hablando con un hombre de peinado estrafalario en vez de estar estudiando, como debería hacer a todas horas y encima, la muy fresca, esta riéndose, ¡riéndose!, lo que le faltaba a mi padre por ver. 
Una vez relatada la impresión de mi padre al contemplar tal escena, muestra, a su intachable juicio, de desvario sexual, moral e intelectual, prosigo relatando la historia. Al escuchar la voz de mi  padre yo, tan sorprendida como asustada, giro la cabeza para contemplar a él y a su cara de cabreo desmedido bajando las escaleras absurdas del aulario, que ni se bajan con un paso ni se pueden bajar con dos, es siempre uno y medio, lo que aumentó aún más su ira, ya de por si desmesurada. Una vez llegó al punto dónde nos encontrabamos tanto Alberto como la que aqui escribe, y para sorpresa no sé si solo mía, mi señor progenitor comenzó una amigable y fluida conversación con Alberto, del tipo:
-Hola, ¿qué?, ¿cómo estás?, ¿cómo va el estudio?
Preguntas cordiales llevadas a cabo por parte de mi padre que continuaban con una respuesta aún más normal, aunque anormal en grado sumo si hablamos de esta situación en concreto.
-Pues nada, aquí estudiando un poco, aunque tu hija no me deja estudiar mucho-seguido esto de una sonrisa complice entre ellos.

Es entonces cuando, al compás de mi cara de asombro, mi señor padre comienza una larga y esmerada disculpa en mi nombre hacía el hasta el momento desconocido amigo del alma de mi padre: Alberto, el que, por otra parte, acepta las disculpas y entiende que son ciertos los argumentos de mi padre: mi hija es una desvergonzada que solo es capaz de entretener, por eso tiene todas las asignaturas y no va a ser capaz de aprobarlas en septiembre. Además es una vaga que no estudia nada y viene a la biblioteca solo para no estar en casa limpiando, que debería ser su segunda necesidad vital después de estudiar. Como ya ha dicho, Alberto afirma con la cabeza raudo y convencido, ya que, como el mismo afirma, "eso es lo que una mujer tiene que hacer". Imaginen ustedes mi cara de asombro después de ver a mi padre salir por la puerta que había entrado, sin tan siquiera dirigirme la palabra, y a Alberto sonriendome, satisfecho, y continuando con sus apuntes de cálculo, como si tal cosa.


Si señor, esto es soñar.

4 comentarios:

  1. jajajjajajajajajjajajajajajajjajajajajjaajaj

    solo de imaginarme a tu padre bajando las escaleras...

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  2. ¿Pelo estrafalario?? Como se nota que era un suelo osino no hubieses dicho eso D:
    Jjajaja
    me he reido mucho, sobretodo con las escaleras jajaja

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  3. A tu cabeza se le va la olla.

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